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Todavía con los ojos cerrados, su cara sonrió con placidez. Era una de esas mañanas donde el cuerpo se siente renovado gracias al descanso profundo. Perezosamente volteó en la cama. El sol se desparramaba entre las sábanas. Una vez boca arriba, abrió los ojos. Sintió un sabor amargo en su conciencia; había tenido pesadillas. No recordaba claramente; tampoco quiso hacer esfuerzo por recordar. Un desperezarse lento y sostenido lo fue tumbando de costado. La mañana era de una placidez total.
De pronto, algo en su pecho desapareció. Algo se apoderó de él y terminó de desprenderlo de su propio cuerpo. A toda velocidad. Sintió el vértigo como un agujero infinito en su aliento. Sin peso. Boca abajo. Iba en caída libre. En la mínima fracción del instante de un segundo habitó su eternidad. No había nada alrededor. No había delante. Ni detrás. Tampoco había arriba, y mucho menos abajo. Sin embargo, caía. Caía cada vez más rápido; veloz como quien quiere escapar desquiciadamente del terror; veloz como quien no soporta la demora en llegar. Seguía cayendo. Su cuerpo no era tal; el vértigo había tomado todo su ser. De pronto, un pequeñísimo destello le abrió una hendija al pensamiento. La noche, los textos, las pesadillas… Por un instante (o por toda la eternidad) su mente vagó por ideas borrosas. “Puta, era puta”, pensó. Todo se detuvo. De golpe. “Era idea; era idea y era puta”. La velocidad frenó y en un instante explotó en quietud; quietud tan quieta que ni siquiera el caos se movía; tampoco descansaba. Se refregó los ojos. “Eso era… una puta idea”, se dijo. Con los ojos abiertos ahora, volvió a sonreír con placidez. Se estiró un poco más hacia la mesa de luz, alcanzó su cuaderno, su birome, y empezó a escribirla: “Todavía con los ojos cerrados, su cara sonrió con placidez. Era una de esas mañanas…”
De pronto, algo en su pecho desapareció. Algo se apoderó de él y terminó de desprenderlo de su propio cuerpo. A toda velocidad. Sintió el vértigo como un agujero infinito en su aliento. Sin peso. Boca abajo. Iba en caída libre. En la mínima fracción del instante de un segundo habitó su eternidad. No había nada alrededor. No había delante. Ni detrás. Tampoco había arriba, y mucho menos abajo. Sin embargo, caía. Caía cada vez más rápido; veloz como quien quiere escapar desquiciadamente del terror; veloz como quien no soporta la demora en llegar. Seguía cayendo. Su cuerpo no era tal; el vértigo había tomado todo su ser. De pronto, un pequeñísimo destello le abrió una hendija al pensamiento. La noche, los textos, las pesadillas… Por un instante (o por toda la eternidad) su mente vagó por ideas borrosas. “Puta, era puta”, pensó. Todo se detuvo. De golpe. “Era idea; era idea y era puta”. La velocidad frenó y en un instante explotó en quietud; quietud tan quieta que ni siquiera el caos se movía; tampoco descansaba. Se refregó los ojos. “Eso era… una puta idea”, se dijo. Con los ojos abiertos ahora, volvió a sonreír con placidez. Se estiró un poco más hacia la mesa de luz, alcanzó su cuaderno, su birome, y empezó a escribirla: “Todavía con los ojos cerrados, su cara sonrió con placidez. Era una de esas mañanas…”
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8 comentarios:
Muy buen ritmo.
¿los cuadros son tuyos? Me gustan mucho
Como por una hendija tu texto se asomó a profundidades. En desconcierto, en confusión hay un universo, un caos de texturas y sensaciones.
Muy bueno, Vane!!! Me encantó.
Beso.
Daniel: Muchas gracias!
Sí, esa es mi obra. Me alegra que te gusten. Gracias!
Máximo: Así es; el desafío entonces: atraparlas e intentar generar algo con ellas. Me halaga que te haya gustado el texto.
Muchas gracias! Beso
Bueno. Me gustan las historias cíclicas que vuelven a llevarte al inicio y no terminan. Fantástico.
Angel: qué lindo que un ángel visite la Aldea! Y que encima se sienta a gusto... Gracias! Bienvenido!
y qué te puedo decir... excelente! Y como reflexión .. qué suerte que a veces existe una hendija... que nos da luz a tantas situaciones... no?
Cuando creemos encontrarnos en la antesala del infierno, milagrosamente una hendija nos da la luz que necesitamos.
A veces la hendija tiene forma de brisa al amanecer, otras de ojos y sonrisa brillantes y a veces es un abrazo a tiempo.
Gracias por la magia.
Vale: Muchas gracias!! Creo que no a veces, simpre! Y suele algo más que una hendija (aunque no nos demos cuenta) Gracias Va!! Beso!
KIMERA: Usté lo ha dicho! Muchas gracias a vos FeR! Besos!
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