El hecho de no poder creer lo que le decía el Negro, trajo a su mente un recuerdo que tenía borrado. Jorge se vio a sí mismo parado al lado de la heladera en la cocina de la casa de su infancia; tenía siete años cuando preguntó: “Mamá, ¿quién nos ató el ombligo del lado de adentro?”
La mamá le explicó que se trataba de una cicatriz, le habló del cordón umbilical, del ombliguito que se cae, y esas cosas. Por aquellos años, todo lo que dijeran los padres eran palabras sagradas, no existía otra verdad en el mundo.
Jorge creció y vivió sus treinta y cinco años, convencido de que los seres humanos llevamos en el ombligo la cicatriz de nuestro nacimiento. Hasta hoy.
Después de su charla con el Negro, y recordando su inquietud infantil, se propuso averiguar la verdad. Utilizaría para tal fin su propio cuerpo.
Desnudo, se acomodó en su sillón reclinable, y se procuró un anotador y una lapicera, con intención de registrar en el acto cualquier impresión de la experiencia. Armado de una decisión y firmeza que nunca antes había tenido, metió con todas sus fuerzas el dedo índice de su mano derecha en el ombligo. Y hurgó. Muy profundo.
Estupefacto quedó, al sentir que lo insólito se volvía verdad. Su dedo índice se hundía, más y más. Aunque él quisiera, no podía ya detenerse. No había fin. Comenzó a marearse. Todo empezaba a girar. Iba sintiendo una liberación lenta y vertiginosa. Y se seguía hundiendo. Mientras, al igual que el mundo, la frase del Negro le daba vueltas en la cabeza: “El ombligo es lo que nos cierra, nuestro nudo interno; como el nudo de un globo, sólo que del lado de adentro”. El germen más primario de la profundidad de sus tripas se retorcía en una lenta y agradable agonía. Nunca había experimentado una sensación semejante. Sentía que un sacacorchos giraba y giraba dentro suyo, causándole un dolor inconmensurable, y a la vez, ese alivio absoluto tan ansiado y desconocido por el ser humano. Se hundía. Livianamente giraba y giraba. Y a cada vuelta más dolor. Y a cada vuelta más calma. Cada vuelta más rápida. La fuerza centrífuga comenzó a estirar su cuerpo. Con cada vuelta, más blando. Con cada vuelta, más líquido. El remolino giró y giró. De a poco comenzó a achicarse. Desagotándose. Cada vez, menos y menos de él. La fuerza centrífuga lentamente aminoró su velocidad. El girar era ya ovalado. De a poco. Lento. Jorge, hasta la última gota, desapareció de su ser.
Nueva Convocatoria Grito de Mujer 2025
Hace 12 horas
11 comentarios:
Que imaginacion! Me gusto mucho.
Beso grande
Vane, está muy bueno!!!!
Wowwwwww!!!! Estupendo, y yo que pensaba que el ombligo era simplemente 0,5 (la mitad de uno).
Me encantó, y también me dio un cierto mareo la sensación de imaginarme en el lugar de Jorge...
¡Beso grande!
De verdad produce una sensación de mareo y remolino al leerlo.
Muy Bien diez y carita feliz de maestra
hola vane !!!!!
me produce un placer enorme el que estes dejando salir todo eso que tenes para mostrarnos , que por cierto deslumbra!, me imagino lo que es para vos !, espero continues compartiendolo, me agrada la idea!!!
BESO RIC
Jejeje, muy bueno!!
Hace rato que no pasaba por Cruzagramas, hoy volví y encontré tu blog, muy bueno todo lo que leí!
Después vuelvo a seguir leyendo, saludos!
Matías
Gracias a tutti!!!!
Cómo la nieve tibia en marzo me diluyo...
FeR GrOuchO
KIMERA: Pero se diluye por adelantado mi buen amigo FeR!! Falta para marzo che! Bueno, capaz que ahí recién viene ese tan ansiado relax, no?
Gracias por pasar! Beso!
Pero que bueno! Yo también sentí mare@@@@@@@@@....
Buenísimo! Me quedo con que es lo que nos cierra! Perfecto!
Vale: exacto! nos cierra por dentro la cicatriz de nacimiento...
G R A C I A S !!!! ;)
Te quiero mucho hermana del alma y del camino!
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