sábado, 16 de octubre de 2010

Y uno más!

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Celebrando la vida
celebrando que se renueve
celebrando una nueva vuelta al sol
comparto esta preciosa obra de arte
una canción que marcó mi infancia
aún cuando no conocía su mensaje

Hoy celebro
comparto
agradezco
canto
brindo
y vivo!



Yo canto al cuerpo eléctrico ...

Yo celebro el YO por venir ...

Brindo por mi propia reunión...

Al ser uno con el sol ...


Y miro hacia atrás a Venus

Miro hacia atrás a Marte

Y me quemo con el fuego de 10 millones de estrellas

Y con el tiempo

Y con el tiempo

Todos seremos estrellas ...


Yo canto al cuerpo eléctrico

Yo glorifico el resplandor del renacimiento

Creando mi propia mañana

Cuando se encarnan la tierra ...


Y voy a cantarle serenata a Venus

Voy a cantarle serenata a Marte

Y me voy a quemar con el fuego de 10 millones de estrellas

Y con el tiempo

Y con el tiempo

Todos seremos estrellas ...


Somos los emperadores ahora

Y somos los zares

Y con el tiempo

Y con el tiempo

Todos seremos estrellas ...


Yo canto al cuerpo eléctrico ...

Yo celebro el YO por venir ...

Brindo por mi propia reunión

Al ser uno con el sol ...


Y voy a mirar atrás a Venus

Voy a mirar hacia atrás a Marte

Y me voy a quemar con el fuego de 10 millones de estrellas

Y con el tiempo (y en el tiempo)

Y con el tiempo (y en el tiempo)

Todos seremos estrellas ...
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Podés ver el video en:

http://www.youtube.com/watch?v=tG-wl2qqD7Y&feature=related

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lunes, 11 de octubre de 2010

Siluetas

Los elefantes vienen hacia mí. Ninguna voz de “Alto!” todavía los detiene. El calor se ha transformado sobre mi piel en helada líquida. Duele como arena por dentro respirar el sol. Los pulmones se declaran en huelga. Y siguen avanzando. Lo peor no es el miedo. Lo peor no será el dolor. La impotencia no es por saber que será lento. Todavía están a tiempo de deternerlos. En verdad, mi más profundo y hondo dolor son sus ojos; sus ojos desde allí, sus ojos sin consuelo. Están cada vez más cerca. Mi corazón quiere declararse inmortal de pena por cada lágrima suya. La eternidad no será suficiente para pagar el dolor que ocasioné: a ella en primer lugar, y al resto de mis esposas, preciosas gemas mágicas cada una de ellas. Ya vibran en mí sus languidescencias infinitísimamente tristes como partes de
recuerdos futuros. Ellas también están aquí, no falta ninguna. El terror de sus caras pareciera dar velocidad a la marcha de los elefantes. Estamos todos sumergidos en una espiral de fuego seco apocalíptico, y conciente.
Y entonces, de a poco, los sentidos se apagan. No se huele más en el aire el aroma sahumado. Los gritos y el bullicio se calmaron. Dejó de ser el calor; dejó de ser helado. El sol no encandila tanto ya; cada vez menos, y menos. La boca ya no está amarga, ni salada, ni seca. Y ya no duele. Por un segundo de eternidad. Sólo hubo nada. Y el alivio.
En un anteúltimo rasgo de conciencia pude capturar la imagen de las patas de los elefantes desde abajo, alejándose de mí.
Luego, sólo hubo languidez. Y sus ojos sin consuelo a mi lado. Hubo una noche casi eterna donde el canto vibraba sus lamentos entre las volutas de humo. Armónico. Lento. La tristeza hacía parecer al mundo como si no fuera más que un finísimo hilo celestigris. Sin fin. Y sus ojos. Y las siluetas de ellas, una tras otra. Lánguidas. Y ellas, tras otras, y otras. Y sus ojos. Tristes lánguidos. Sin fin.